EL CONCEPTO DIOS
Estábamos mi padre y yo, hace algunos veranos,
pasándonos unos días con el tío Flavio, quien vivía en Madrid
desde mucho tiempo. Sucedió, en una de esas tardes relucientes,
que sentados en un Bar-café en las cercanías de la Plaza Mayor nos tomábamos,
mi tío y yo, algunos vasos de cerveza. Mi padre en cambio, mercancía en carne y
hueso de su devoción religiosa, se limitaba a algún jugo de procedencia
natural.
Nos atendía, una joven y elegante camarera pelirroja que lucía una minifalda de esas que cortan la circulación. La muchacha mostraba con gratitud unas piernas endiabladas que podrían, por asi decirlo, voltear la vista del más fiel de los cristianos. La chica nos sonreía mucho, con excesiva alegría y un entusiasmo tan impropio, que si no me traicionan los recuerdos, juraría que uno de los tres le había caído bien.
—Entonces, Flavio, viendo esa muchacha, de
aspecto elegante, y con el mayor de los respetos que le guardo a mi Dios, ¿Me
vas tú a decir que Dios no existe? —Dijo mi padre, tomando una postura erguida
y una voz ronca como esa que usaba en las tantas predicas que impartía por toda
la Republica Dominicana.
Mi tío tomó un sorbo de cerveza, posó
nuevamente el vaso sobre la mesa y tras una pausa se acomodó en la silla y me
dijo dibujando una sonrisa:
—
¿Estás escuchando sobrino?, mi hermanito me está retando nuevamente con sus
patrañas religiosas.
Yo desde luego, estaba acostumbrado a sentirlos
discutir por horas los orígenes del hombre, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde
vamos?, ¿qué somos?, y un sinfín de argumentos donde los dos hombres, con
teorías totalmente diferentes, nunca se
ponían de acuerdo.
—Bien,
Justino. —Dijo mi tío a mi padre— Entonces si basas la existencia de un dios,
porque una joven es bonita y elegante, ¿qué me dices a mí de los que nacen con deformidades?
O aquellos que nacen por así decirlo, horrorosamente feos, ¿también los ha
creado dios?— Finalizó con ironía.
—Dios
es el dios de los misterios y se puede dar el lujo de hacer lo que le plazca. Indicó
mi padre.
—Pues
eso a mí me parece un acto arrogante. Agregó mi tío.
—¿Estás
diciendo que Dios es arrogante?— Preguntó mi padre un tanto sofocado.
—Sí.
Arrogante, cruel, malo, vengativo, un dios de odio y de mentiras. Si quieres
puedo seguir proliferando calificativos al dios de tu religión. Respondió mi tío,
llevándose otra vez el vaso a la boca.
—Que
Dios te perdone hermano, no sabes lo que dices. Agregó mi padre sacudiendo
de forma lenta la cabeza.
—Si quieres te
demuestro con base y detalles, el porqué de mis calificaciones a tu dios. Pero
antes tendrás tú que demostrarme su existencia. Sugirió nuevamente mi tío sacando entonces una cajetilla
de cigarrillos de su chaqueta.
—Sé
que no voy a convencerte, porque estas totalmente cerrado a entender la verdad.
La verdad es Cristo. Dice la biblia, es
la verdad, el camino y la vida, y que nadie en este mundo llega al padre,
sino por medio a él. Mira a tu alrededor, los arboles, y el agua del mar que no
llega a salirse de sus corrientes. Dice
en Proverbios
quince tres: “Los ojos de Jehová están en
todo lugar, mirando a los malos y a los buenos”. Lo que en su totalidad prueba la
omnipresencia de Jehová. Te daré más razones: si todo efecto, es provocado por
una causa anterior, entonces la causa primordial es Dios. Observa, —Continuó mi padre
inclinándose hacia delante— si caminas por la playa y te encuentras un reloj, ¿pensarías
que su creación fue obra de la casualidad o del movimiento de las olas? —Aquí hizo mi padre una
pausa y se alegró plácidamente, para luego culminar su pequeño discurso
diciendo —La existencia del reloj es prueba que un
relojero fue el autor del mecanismo, aunque no podamos verlo.
—¿Has
visto a dios? ¿Te ha hablado?—. Dijo mi tío saboreando el cigarrillo y lanzando
por la boca una bola de humo que se desvaneció
en el aire.
—Hablo
con el todos los días. A todas horas. Y justo en este momento me está diciendo
que te arrepientas de tus pecados. Proclamó mi padre.
—¿Cómo
lo sabes?. Indagó nuevamente mi tío.
—Porque
escucho siempre su voz. Contestó mi padre.
—Sobrino, —Dijo mi tío mirándome de reojo— debes llevar tu padre tan pronto como puedas a
un doctor.
Reí, lo mismo hizo mi tío. Mi padre en cambio,
tomó una actitud de seriedad en su rostro y dijo:
—Te
digo que Dios habla con sus hijos, Jehová hace milagros y perdona los pecados,
en especial la gente con el corazón como el tuyo. Añadió irónicamente mi padre
y por esta vez, sonriendo él.
—Mi
corazón bombea sangre, igual que el tuyo. No sé si estas insinuando que mi
corazón piensa por sí solo. Según planteas, dices que dios habla con sus hijos, que
escuchas su voz, imagino que por fe. Pues basándome en los mismos
argumentos, te diré lo siguiente: Darth Vader, me habló esta mañana y me pidió
que si te unes al lado oscuro nos regalará muchos unicornios. ¿Le creerías
entonces a mi amigo imaginario?
—Ese
es un argumento fuera de base, a Dios no le puedes comparar con seres
ficticios. Dice la palabra en apocalipsis uno ocho: Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, el que es y que era y
que ha de venir, el Todopoderoso.
—Si es todopoderoso, ¿por qué no acaba de una buena vez con
el hambre y la miseria? ¿O no puede o no quiere?— Inquirió mi tío Flavio.
—Dice la biblia que todo a su tiempo. Defendió mi padre.
—¿Entonces
te parece bien que muera gente inocente de hambre y en las guerras?
—No
es que me parezca bien. —Contestó mi padre. —Dios tendrá sus propósitos. Agregó.
—Pues
según tengo por entendido, dejar que la gente muera, pudiendo ayudarle, es un
acto de maldad y egoísmo, pero sobretodo carente de benevolencia.
—¿Cómo
puedes decir que Dios carece de benevolencia? Es una locura afirmar eso. ¡Y mas
sabiendo que estás vivo por su gracia y su misericordia!— Exclamó mi padre.
—¡Ah
claro! Tanta misericordia como la que tuvo con los niños inocentes de Sodoma y
Gomorra, los niños que perecieron durante el diluvio y los primogénitos
egipcios durante el éxodo de Israel. Sinceramente tu dios es un asesino en
serie de infantes.
Mientras se me escapaba una carcajada, dada
la ironía de mi tío, mi padre me lanzó una mirada de desacuerdo. Después miró a
Flavio y sacudiendo la cabeza le dijo:
—Hermano mío, cada día estas más loco. Que Dios te perdone.
—Hermano mío, cada día estas más loco. Que Dios te perdone.
Flavio
sonrió, estrujó la colilla del cigarrillo en el cenicero y llamó a la camarera
para pagar la cuenta.
—Disculpe joven, —Dijo mi tío refiriéndose a
la muchacha —¿puedo hacerle una pregunta?
—Si claro—. Contestó tímidamente la muchacha
y arreglándose el pelo.
—Ya
que me parece usted alguien que puede deducir con cierta profundidad y
seriedad, y sobre todo de manera inteligente, ¿Cree usted en un dios?
La muchacha creyéndose las exageraciones de
mi tío, sonrió, se haló hacia abajo la falda, se arregló el pelo y soltó:
—Yo... Pues…yo… bueno… gracias a Dios soy
atea.